La aparición de la maleza Orobanche cumana en Bolivia ha generado preocupación en toda la región, especialmente en Argentina, uno de los principales productores de girasol en el mundo. Esta maleza parásita, que ataca directamente a las raíces de la oleaginosa, se considera una amenaza seria debido a su rápida capacidad de propagación y su letalidad para el cultivo. Aunque hasta ahora no se ha detectado en territorio argentino, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) ha intensificado sus esfuerzos de vigilancia para evitar su ingreso al país.
Biología y origen
Esta maleza mide entre 40 y 60 centímetros y se asemeja a un espárrago sin clorofila. Se adhiere a las raíces del girasol y extrae de ellas el agua y los nutrientes, lo que provoca que la planta detenga su crecimiento, debilitándose progresivamente hasta morir. Según la ingeniera agrónoma Amelia Bertero de Romano, asesora de la Asociación Argentina de Girasol (Asagir) y con más de 50 años de experiencia en el cultivo, la maleza no había sido detectada en el continente americano hasta su reciente aparición en Bolivia, aunque en Europa, Asia y África lleva casi 150 años.
“El Mar Negro fue el lugar donde esta maleza tuvo su asiento inicial, desde allí comenzó a expandirse hacia otros países”, explicó la especialista a Campolitoral. En Europa y África, los agricultores llevan décadas enfrentando los estragos que causa en los cultivos de girasol, donde ha desarrollado diferentes razas que dificultan aún más su control. En América, este es el primer registro de su presencia, y su detección en Bolivia encendió las alarmas en toda la región.
Propagación y peligrosidad
Una de las características más preocupantes de Orobanche cumana es su capacidad de propagación. La maleza produce entre 100.000 y 500.000 semillas por planta, que son tan pequeñas que parecen polvo. Estas semillas pueden dispersarse fácilmente a través del viento, el agua, los animales, la maquinaria agrícola o incluso la vestimenta de las personas que caminan por los campos infestados. “Es tan fina que se adhiere a la ropa, y cuando se trilla el cultivo, se vuela y se pega en las semillas”, detalló Bertero de Romano.
En Bolivia, la maleza apareció en una zona donde los productores utilizan maquinaria compartida, lo que facilitó su expansión. “Es un foco delimitado, y el Senasag (Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria de Bolivia) está tratando de contenerlo para que no se expanda”, afirmó la especialista. Sin embargo, esta capacidad de propagarse rápidamente y de forma inadvertida representa un grave riesgo para Argentina y otros países sudamericanos.
Prevenir su ingreso al país
Ante la amenaza que representa esta maleza parásita, el Senasa ha intensificado las acciones de vigilancia y monitoreo. En Argentina, se la considera una plaga ausente pero de importancia cuarentenaria, lo que significa que es prioritario evitar su ingreso. Para ello, el organismo sanitario ha establecido requisitos fitosanitarios específicos para la importación de semillas de países donde la maleza está presente, como Europa.
“Siempre hubo y sigue habiendo un intercambio frecuente de semillas de girasol entre Europa y Argentina”, comentó Bertero de Romano. Por esa razón, se están adaptando las normativas de intercambio con los países limítrofes, incluyendo Bolivia, para aplicar el mismo nivel de control que se tiene con Europa. Esto implica revisar cuidadosamente las semillas que ingresan al país, además de controlar el movimiento de maquinaria agrícola que pudiera transportar las diminutas semillas de la maleza.
El Senasa también está coordinando esfuerzos con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y otras entidades públicas y privadas para establecer una red de vigilancia que permita una detección temprana en caso de que la maleza llegue a ingresar al país. “Se están haciendo capacitaciones para los extensionistas y asesores, de modo que puedan recorrer los campos y detectar un posible foco a tiempo”, señaló Bertero de Romano.
Claves para la detección y control
Para los productores de girasol, es fundamental estar atentos a cualquier signo de la presencia de Orobanche cumana. La maleza tiene una forma muy particular, ya que germina directamente sobre las raíces del girasol y crece alrededor de la base de la planta. “Normalmente aparece bien cerca del girasol, no lejos, porque germina sobre las raíces. Se ven como si fueran espárragos y no tienen clorofila”, describió Bertero de Romano. Otra señal de alerta son las pequeñas flores que produce la maleza, que además de facilitar su identificación, agravan el problema, ya que se cruzan entre ellas y generan nuevas razas más resistentes.
Si bien Orobanche cumana puede combatirse, es crucial actuar de manera temprana. “Con las imidazolinonas, a la que son resistentes todos los híbridos CL, se puede controlar la maleza en la primera etapa del cultivo, cuando el girasol tiene entre cuatro y seis pares de hojas. Ese es el momento donde conviene inhibir la germinación de la maleza”, indicó la experta. La aplicación de este herbicida llega hasta las raíces de la planta y evita que se active la hormona que incentiva la germinación de la maleza.
Una vez que Orobanche cumana ha comenzado a germinar, “el daño ya está hecho y es muy difícil salvar el cultivo afectado”. Por eso, la especialista recomienda realizar las aplicaciones preventivas en las zonas donde se sabe que la maleza está presente o donde hay riesgo de ingreso, como áreas cercanas a la frontera con Bolivia. “Es preferible hacer las aplicaciones en forma temprana donde se sabe que el problema está”, afirma.
Recomendaciones
Ante el riesgo latente de la llegada de Orobanche cumana a Argentina, Bertero de Romano señaló que es vital que los productores de girasol tomen medidas preventivas y estén atentos a cualquier signo sospechoso en sus cultivos. Además de prestar atención a la aparición de tallos que se asemejan a espárragos y de pequeñas flores en las cercanías de las plantas de girasol, los agricultores deben evitar el uso de maquinaria que haya estado en contacto con áreas donde se ha detectado la maleza. La limpieza adecuada de las maquinarias y herramientas agrícolas es clave para evitar la dispersión de las diminutas semillas.
Otra recomendación esencial es utilizar siempre semillas certificadas, una medida que puede hacer una gran diferencia a la hora de prevenir la introducción de esta plaga en los campos argentinos. En este sentido, el Instituto Nacional de Semillas (Inase) cumple un rol fundamental en la certificación de semillas libres de la maleza, garantizando que los productores reciban insumos seguros y de calidad.