Del trigo en Tandil al girasol en Pico: cuatro experiencias sobre brechas de rendimiento

La reducción de las brechas de rendimiento es uno de los caminos que se busca ampliar a través de un mejor manejo de la nutrición, para poder elevar la productividad y lograr cosechar más toneladas cada año, sin necesidad de ampliar la frontera agrícola.

Por eso, fue uno de los capítulos abordados durante el Simposio Fertilidad 2023, que se está realizando en Rosario, organizado por la Asociación Civil Fertilizar.

El investigador Juan Pablo Monzón, del Conicet, fue el moderador de un panel en el que se abordó la temática de las brechas de rendimiento en los principales cultivos extensivos de Argentina.

En ese marco, el primero en salir a escena fue el especialista de la Facultad de Agronomía de Buenos Aires (FAUBA), José Andrade, quien dio a conocer los datos de un estudio basado en modelos de simulación de cultivos y datos de campo que realizó junto a su equipo de colaboradores.

En concreto, estimaron la brecha existente entre los rendimientos potenciales y reales, en las principales zonas productoras de soja (primera y segunda), maíz (temprano y tardío), girasol y trigo del país, tanto en la frontera agrícola como en la región núcleo, en 12 zonas climáticas, considerando la influencia de la napa.

También influyen otros aspectos claves como la concentración de dióxido de carbono atmosférico, la temperatura, la radiación solar, el balance hídrico, el tipo de suelo y el manejo.

Según indicó el experto, “un productor con buen acceso a insumos, mercados y conocimientos técnicos podría alcanzar entre el 70 y 80% del potencial, aunque más allá de este nivel sería difícil lograr incrementos de rendimiento de manera rentable con las tecnologías existentes”.

CUATRO EXPERIENCIAS

De acuerdo con el estudio, para el caso de un trigo en Tandil, los rendimientos logrados a nivel de partido se ubicaron en 3,5 toneladas por hectárea en promedio, mientras que los rindes potenciales, sin limitación de agua, llegaron a 6,7 toneladas; es decir que la brecha fue del 52%.

Para el cultivo de maíz (temprano y tardío), en Pergamino, la producción obtenida fue de 7,6 toneladas por hectárea con un potencial de 14,4 toneladas, con lo cual, la diferencia entre ambos resultados llegó a 47%.

La soja de primera en Pehuajó alcanzó 3,2 toneladas por hectárea, pero tenía un potencial de 4,9, de ese modo, la brecha fue del 66%. Para los cultivos de segunda, se registraron rindes de 2,2 toneladas por hectárea cuando podrían haberse logrado 3,6 toneladas.

En el caso del girasol, en General Pico los rendimientos reales llegaron a 2,1 toneladas por hectárea y tenían un potencial de 1 tonelada más; por eso, la brecha llegó al 67%.

Asimismo, en trigo sería posible llegar a los 30 millones de toneladas, en soja a 60 millones de toneladas y en girasol a cuatro millones de toneladas de producción al año.

NUTRICIÓN Y SUELOS

Luego, Nahuel Reussi Calvo, especialista de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Mar del Plata e investigador adjunto del Conicet, analizó cuánto de la brecha de rendimiento se debe a la nutrición y cuánto al manejo de suelos.

El ingeniero remarcó que, en la actualidad, se registra una mayor demanda y una menor oferta natural de nutrientes en los lotes de producción agrícola argentinos y que la respuesta a la nutrición varía con la condición de salud del suelo.

Asimismo, señaló que la contribución de la nutrición aumenta con los años de agricultura y que la reducción de las brechas de rendimiento se obtiene por un efecto combinado de la disponibilidad de nutrientes y la mejora en la salud edáfica.

“La nutrición es condición necesaria pero no suficiente”, advirtió Reussi Calvo, al tiempo que destacó la importancia de hacer un diagnóstico y monitoreo de nutrientes adecuado y considerar las interacciones entre las distintas prácticas de manejo que afectan su disponibilidad.

“Los rendimientos de los principales cultivos extensivos de Argentina y, por ende, la demanda de nutrientes se ha incrementado en los últimos 20 años. La tasa de crecimiento de la producción total de granos alcanzó 4,17 millones de toneladas por año como consecuencia de la mayor participación del cultivo de maíz, sin embargo, en la actualidad existe una brecha entre los rendimientos actuales y los alcanzables en secano que se ubican entre el 35% al 50%”, añadió.

En este marco, consideró que las causas de esa diferencia son varias, desde la salud del suelo hasta las prácticas de manejo de cultivos.

También sostuvo que la brecha de rendimientos se incrementa en forma lineal a medida que aumentan los años de agricultura continua. Uno de los motivos es que se deteriora no solo la fertilidad química sino también la física.

En la actualidad, la mayor parte de los lotes bajo producción agrícola de la Argentina presentan más de 15 años de agricultura y, en estas condiciones, ensayos realizados en distintas zonas del país demostraron que la nutrición balanceada con nitrógeno, fósforo y azufre contribuye entre un 15% a un 47% de los rendimientos de soja, maíz o trigo. Pero lamentablemente, los balances de nutrientes en los cultivos han sido históricamente negativos en Argentina.

LA ESTRUCTURA DE LOS CULTIVOS

Por último, como cierre del panel, Gustavo Maddonni, docente de la Cátedra de Cerealicultura de la FAUBA e investigador del Conicet, se refirió a la influencia de la estructura de planta en maíz en los rendimientos.

La estructura de un cultivo, es decir, el tamaño y la disposición espacial de las hojas y raíces responsables de la captura de radiación, agua y nutrientes, presenta una dinámica temporal determinada por los efectos del ambiente, temperatura, fotoperiodo, radiación, agua y nutrientes.

Así, las prácticas de manejo impactan sobre la dinámica y el tamaño de la estructura del cultivo y con ello sobre la captura de recursos, la producción de biomasa y la determinación del rendimiento alcanzado por el cultivo.

Por eso, según la latitud y el rango de fechas de siembra, cultivos de siembras más tardías pueden alcanzar menores rendimientos que los tempranos en ambientes sin limitaciones hídrico nutricionales. Sin embargo, en condiciones de secano los rendimientos alcanzados en siembras tardías pueden resultar similares o superiores a los de siembras tempranas debido a las menores limitaciones hídricas o menores episodios de golpes de calor en floración.

Por otro lado, para una determinada fecha de siembra, tanto los rendimientos potenciales como los rendimientos de secano pueden variar entre años y, según la expectativa del año y del ambiente (reserva de agua útil de los suelos previo a la siembra), los productores pueden tomar decisiones sobre la densidad de siembra, el genotipo y la necesidad de fertilización.

Como resultado, indicó Maddoni, para un rango estrecho de fechas de siembra, algunos lotes de una misma región podrán alcanzar rendimientos superiores a otros, acercándose a los máximos rendimientos de secano a obtener en esa localidad.

Es así que las brechas entre los rendimientos alcanzados en secano y los potenciales limitados por agua podrían variar según la densidad de siembra, el genotipo, el manejo del agua y de los nutrientes, y las medidas de protección frente a malezas, plagas y enfermedades. El manejo nutricional puede reducir brechas y la magnitud dependerá del grado de limitación del elemento en el lote.

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