Jorge Chemes, presidente de Confederaciones Rurales Argentinas: “El productor está cansado de ser manoseado por este Gobierno”

El presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Jorge Chemes, fue reelecto por dos años más al frente de una de las entidades rurales más críticas de la política agropecuaria del Gobierno nacional.

Al igual que sus colegas de la Mesa de Enlace, el dirigente tendrá por delante una ardua tarea para intentar plasmar una agenda con los intereses del sector en el nuevo Congreso nacional, ámbito que le fue esquivo al agro en los últimos años.

Chemes fue reelegido por unanimidad en una entidad que cuenta con 16 confederaciones y federaciones asociadas desperdigadas en 300 asociaciones rurales a lo largo y ancho del territorio nacional y que tiene una larga trayectoria en el gremialismo agropecuario.

Tambero de profesión, fue presidente de la Sociedad Rural de Nogoyá, Entre Ríos, secretario de la Cámara de Productores Lácteos de esa provincia, vocal regional del Litoral Sur-CREA y fundador y presidente de CREA-Nogoyá. Además, presidió por dos mandatos la Federación de Asociaciones Rurales de Entre Ríos (FARER).

A partir de su actuación en la Mesa de Enlace entrerriana en el conflicto del campo en 2009, Chemes fue electo diputado de la Nación, desde donde impulsó proyectos para fortalecer diferentes segmentos del campo e integró las comisiones vinculadas al quehacer agropecuario. Luego se desempeñó durante dos mandatos consecutivos como vicepresidente primero de la entidad.

En una entrevista exclusiva con Infobae, Chemes criticó la política agropecuaria aplicada por el Gobierno nacional al considerar que la misma tiene “una carga ideológica brutal” y marcó que algunos funcionarios que toman decisiones respecto al agro “no tienen idea de lo que es el campo”, además de asegurar que el productor “ya no confía en la palabra del Gobierno” y que está “cansado de ser manoseado” por el Ejecutivo.

Asimismo, Chemes considera como imprescindible que la oposición ocupe la presidencia de la comisión de Agricultura, Ganadería y Pesca en el nuevo Congreso para poder impulsar la agenda del sector y realizó una autocrítica a la dirigencia rural por “no profesionalizarse” en aprender a hacer lobby y en rechazar a la política como herramienta para “cambiar las cosas”.

¿Qué espera de los próximos dos años de gobierno de Alberto Fernández? ¿Cuáles son sus expectativas tanto a nivel país como para el sector?

Con respecto a nivel país, espero que en materia económica se puedan ir cerrando los acuerdos con el FMI, que se pueda ir arreglando el problema de la inflación, que es uno de los principales flagelos para los salarios, su principal enemigo.

En materia agropecuaria, me gustaría que el gobierno cambie la visión que tiene sobre el campo, que lo deje de ver como un sector que paga impuestos y que se fije también que si genera políticas de Estado que incentiven y aumenten la producción, vamos a tener mejor atendido el consumo interno sin sobresaltos y un saldo exportador que va a generar recursos adicionales al país que buena falta le hacen.Yo con eso me conformo para arrancar, después queda mucho para hablar.

¿Cuáles fueron las razones que dieron lugar a una relación tirante con el Gobierno durante estos dos años?

El principal problema que tiene el Gobierno con el campo es una carga de ideología brutal que le genera diagnósticos equivocados y lo hace ver que tienen un campo como hace cien años atrás. No ha tomado conciencia que el campo ha evolucionado, no solo tecnológicamente, sino a nivel de distribución de tierras. Las sucesivas sucesiones que se fueron haciendo en las empresas agropecuarias ha hecho que hoy tengamos productores con muchas menos hectáreas que antes, con mucha más intensidad tecnológica, y eso el Gobierno no lo ve. Está encerrado en una ideología de oligarquía ganadera.

Esto es muy grave porque, además, está demostrando que los funcionarios que están tomando decisiones en materia de políticas agropecuarias no tienen ni idea de lo que es el campo, ni como funciona el negocio agropecuario.

Tiene posibilidades de reconstruirse perfectamente. Pero lo que ha perdido el Gobierno es la confiabilidad. El productor ya no confía en la palabra del Gobierno y por más que nos prometan el oro y el moro lo que hace falta son hechos concretos. Si lo hace y podemos empezar a desandar un camino comprobando que están tomando decisiones a favor del campo, no tengo dudas de que se restituye la relación. El problema es que el gobierno se esmeró desde el comienzo a hacer todo lo contrario a lo que estamos hablando. Se encargaron de proponer proyectos de ley que de movida iban en contra del campo. Nosotros teníamos que salir todos los fin de semanas a desmentir o a anunciar la negatividad de esa decisión, por lo cual es imposible construir una relación de diálogo fructífero, a tal punto de estar con el presidente, que nos anuncia que no se van a tomar esas medidas y a las 48 horas la Secretaría de Comercio hace exactamente lo contrario, por eso decimos que se perdió la confiabilidad.

¿Por qué se apuntó al sector como un formador de precios?

La prueba de que no conocen cómo es el negocio agropecuario es esta afirmación que se hace desde el Gobierno, donde dicen que el campo es un formador de precios.

La materia prima, que es lo que producimos, en toda la cadena agroindustrial en promedio no influye en un 8% o 10% en el precio final. Niegan la posibilidad de mirar los otros eslabones que son los que realmente van a agregando ese precio hasta llegar al final, y ni siquiera se mira el propio gobierno. Tomemos, por ejemplo, algo actual como la carne. La carne en mostrador tiene entre un 45% y 48% de impuestos y no es que el Gobierno dijo “vamos a bajar los impuestos en el mostrador para que la carne llegue más barata a la gente”. Entonces, cuidado, porque lo que el Gobierno no quiere reconocer se lo está atribuyendo como culpabilidad al campo.

Se volvió a plantear la posibilidad de una suba de retenciones. De concretarse ¿Cómo impactaría esto en el sector y en el productor? ¿Cuál sería la respuesta ante esto?

Sería como echarle combustible al fuego si es que realmente sucede. El productor está cansado de ser manoseado por este Gobierno y en las medidas que continuamente están intentando. A veces creemos que ni siquiera están decididos a aplicarlas, sino que hacen los anuncios solamente para generar un ambiente de conflicto. Ideológicamente entienden que tienen que estar enfrentados con el campo, que no pueden andar bien con el sector.

Si hacen esto, significaría más conflicto. Los productores van a querer medidas de protesta y entraremos en un escenario mucho más complicado.

De todas maneras, y esto es una opinión personal, creo que no lo van a hacer porque son conscientes de cómo complicaría mucho más la situación, en primer lugar, y después que lo que podrían recaudar a partir de la suba de retenciones no se justificaría en base al nivel de conflictividad que generaría.

¿Cuál va a ser el trabajo que va a tener que hacer el campo para impulsar su agenda en el nuevo Congreso?

Primero, como labor legislativa hay que ir por la presidencia de las comisiones. En el caso nuestro, creo que es fundamental que la oposición logre tener la presidencia de la comisión de Agricultura, Ganadería y Pesca.

Una vez lograda la presidencia se puede empezar a armar la agenda en base a lo que nosotros venimos tratando, que está resumido en el documento de los 14 puntos. No solo es la carne, sino la alta carga fiscal, la inseguridad en el campo, la falta de infraestructura, porque no hay caminos, no hay puertos. Todo esto hace que perdamos competitividad para exportar. Hay problemas con la hidrovía también, con la ley de biocombustibles. Hay una nutrida agenda. Como no le dio interés el gobierno, se fue acumulando y hay que tratarla sí o sí, porque si no no se va a poder encuadrar la situación agropecuaria en un clima de desarrollo.

¿Por qué el sector no tuvo la capacidad de incidir más en las políticas públicas hacia el sector?

Hubo dos errores fundamentales. El primero es que el campo nunca se profesionalizó para aprender hacer lobby como lo tiene la industria. Siempre le tuvo miedo a la palabra lobby, que lo único que hace es tratar de presionar, en el buen sentido de la palabra, para lograr los objetivos que uno pretende. El campo nunca supo hacerlo, nunca se preocupó por aprender.

El segundo punto es que siempre rechazó a la política. En lugar de comprometerse y tratar de meterse en política y estar adentro para cambiar la cosa, siempre la rechazó y la vio como un segmento de corrupción. Eso es gravísimo, porque no pudimos lograr el protagonismo que hacía falta e insertarnos en los sectores de poder donde se toman las decisiones. Con esas dos cosas tenemos suficiente como para reconocer nuestros errores.

¿La unidad de la Mesa de Enlace está asegurada? ¿Por qué no se logra una unidad de criterio o acción dentro del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA)?

La unidad de la Mesa de Enlace está garantizada, siempre y cuando ninguno de los cuatro integrantes nos mandemos una macana grave. No pretendan que tengamos un criterio unificado las cuatro, porque por algo hay cuatro entidades diferentes. Estamos de acuerdo en muchas cosas, pero tenemos nuestras diferencias, porque tenemos diferentes estratos de productores en nuestras entidades. Pero tuvimos la suficiente capacidad de ir dejando esas diferencias de lado y atender las cosas importantes para mantener la unidad.

Respecto al CAA, desde que comenzó hasta la fecha ha ido cambiando profundamente en muchos aspectos del proyecto que se lleva adelante. Eso ocurre porque estamos en Argentina y no en Suiza. Si el CAA estuviera en un país estable y serio no habría ningún tipo de problemas, pero como Argentina está en una inestabilidad económica manifiesta, hace que cada eslabón de la cadena agroindustrial trate de defenderse y en esa defensa ocurre que muchos eslabones tratan de salvarse en detrimento de otro eslabón. Ese es el problema por el cual no tenemos un CAA armónico, donde cada uno tenga una acción transformada en forma pareja o equilibrada, porque el mismo país lo hace difícil.

Fuente: Infobae

Compartir: