En muchas zonas productivas del país, poner el guiño y bajar del asfalto a un camino rural puede significar quedar varado, romper el vehículo o no sacar la producción. La situación, lejos de ser nueva, sigue generando quejas de productores, contratistas y transportistas rurales. Pero ¿por qué siguen siendo intransitables los caminos rurales en Argentina, pese al paso del tiempo y las inversiones?
Carlos Casali, ingeniero civil rosarino y miembro de la Asociación Argentina de Caminos Rurales Sustentables, brindó una entrevista en Agrofy News Live en la que no solo diagnosticó con claridad el problema, sino que también propuso un cambio de paradigma.
“La mayoría de los caminos rurales hoy en Argentina están hundidos respecto de los campos vecinos. Se han transformado en caminos-canales”, explicó Casali.
Según el especialista, esto es consecuencia de una gestión vial convencional y obsoleta, basada en el uso reiterado de motoniveladoras y discos que remueven y debilitan el suelo. Al dejarlo sin cobertura vegetal, el viento y el agua erosionan las capas superficiales, generando un deterioro progresivo.
¿Y si llueven 300 milímetros?
Casali aseguró que los caminos rurales gestionados bajo el nuevo enfoque tienen una mayor resiliencia frente a eventos climáticos extremos, como lluvias intensas en cortos períodos.
“Cuando cae una gran lluvia, primero se llenan las cunetas y luego el sistema radicular de la vegetación absorbe el agua. Si el camino está pelado, en cambio, el agua corre y se lleva todo”, explicó.
Además, remarcó que este sistema reduce los costos de mantenimiento y permite, con el tiempo, usar los ahorros generados para estabilizar tramos con materiales pétreos.
Un nuevo modelo para caminos rurales: menos intervención, más vegetación
Desde 2018, Casali y su equipo impulsan la gestión sustentable de caminos rurales, un enfoque que busca reducir el movimiento de suelo, promover la vegetación espontánea y compactar el centro de la calzada con el tránsito mismo.
“No se trata de no mover nunca el suelo, sino de hacerlo lo menos posible. Que vuelva la vegetación espontánea a las banquinas, cunetas y veredas, y que se use la cortadora de pasto como herramienta de mantenimiento”, explicó.
Este sistema -detalló Casali- no solo permite mejorar la infiltración y absorción del agua de lluvia, sino que también convierte a los bordes de los caminos en corredores biológicos, favoreciendo la biodiversidad y la productividad agrícola de los campos vecinos.
¿Sembrar en las banquinas?
El especialista fue tajante respecto a una práctica que suele generar debate: sembrar en banquinas o veredas de los caminos rurales.
“Nosotros no promovemos la siembra. Apostamos a la vegetación espontánea, porque sembrar implica meter maquinaria pesada y seguir degradando el suelo”, aclaró.
Además, explicó que provincias como Santa Fe prohibieron esta práctica en toda la zona vial, por los efectos negativos que genera en la infraestructura.
La pregunta del millón
Para cerrar, Casali dejó una reflexión que debería interpelar a funcionarios y productores:
“Muchos programas provinciales llegan a estabilizar solo el 1% de la red vial rural. ¿Qué hacemos con el 99% restante? ¿Lo seguimos degradando?”
Desde su perspectiva, la solución ya está sobre la mesa y solo falta voluntad política, gestión inteligente y mayor adopción por parte de comunas y municipios.