Se aceleró la erosión de la competitividad relativa del sector tambero argentino –medida en moneda maíz– ante el planchazo de precios registrado por la leche.
En septiembre pasado el precio promedio ponderado de la leche pagado al tambero argentino a nivel nacional fue de 19,0 $/litro, según datos publicados por el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (Ocla) en base a liquidaciones declaradas por industrias lácteas en el Siglea.
En valor maíz –considerando el promedio mensual Rosario disponible– el precio de la leche se ubicó el mes pasado en 1,55 kilogramos, una cifra 12% inferior a la de agosto de este año y 27% más baja que la de septiembre de 2019. Esa relación se deterioraría de manera creciente en el presente mes de octubre.
Desde abril pasado el precio de la leche en pesos argentinos pagado al productor argentino está prácticamente congelado a causa –valga la redundancia– del congelamiento de precios minoristas que deben afrontar las industrias lácteas por orden del gobierno nacional.
El hecho es particularmente grave porque, según los últimos datos publicados por el Indec, la “canasta láctea” tiene un retraso de 25 puntos respecto de la inflación general promedio de los alimentos básicos. Eso sucede porque casi todos los productos de la “canasta láctea” están comprendidos en el congelamiento de facto dispuesto por el Estado nacional: leche fresca en sachet, leche en polvo, queso cremoso, queso pate-grass, yogur firme y manteca.
Si bien las exportaciones argentinas de lácteos crecieron en lo que va de 2020 respecto al año pasado, la mayor parte de las operaciones se están realizando sin rentabilidad debido a la caída de precios internacionales registrada a partir de junio pasado y la aplicación de derechos de exportación, que en el caso de la leche en polvo –principal producto de exportación– alcanza el 9,0% del valor FOB.
En litros de leche equivalentes, las exportaciones argentinas –según el último dato oficial disponible– representaron para los primeros ocho meses de 2020 el 23,4% de la producción total, lo que implicó unos 515 millones de litros de leche adicionales respecto a igual período del año pasado. De todas maneras, debido al crecimiento de la producción y el estancamiento del consumo interno, se generó en el período un stock de 129 millones de litros que aún no pudo encontrar destino de comercialización.
La contrapartida de la crisis de rentabilidad que registra la industria láctea argentina es un crecimiento significativo del endeudamiento bancario que afecta especialmente a las empresas del sector de capital nacional.